En el imperio del té y el whisky, perdió el vino
Era una gran experiencia en Londres, pero solo duró 16 años.
Aníbal Suárez
BEBERBIEN. Si pensamos en las bebidas amantes de los ingleses, las primeras son té y whisky, y viceversa. Pero el vino también tiene su espacio, incluso una especie de museo. Mejor dicho… lo tuvo en Londres. Enclavado bajo arcos de ladrillo que sostienen el ferrocarril victoriano, se encontraba Vinópolis, en el mismo sitio donde alguna vez se establecieron los romanos, al sur del río Támesis. Vinópolis, que significa ciudad de la vid, abrió sus puertas en 1999 en lo que solía ser un almacén, y vivió a cuerpo de rey hasta 2015.
Recuerdo mi última visita, antes de su desaparición hace cuatro años: deambulando por las salas de Vinópolis, destacaban los arcos y los techos de ladrillo de bóveda. Extensos trabajos transformaron los largos túneles en una serie de salas para exhibiciones, artefactos, imágenes y videos.
«La misión es educar al público, especialmente a los ingleses, sobre el vino. La gente aprende disfrutando. Aquí no utilizamos un vocabulario sofisticado, conocemos muy bien el vino para degustar y respondemos a todas las preguntas», me decía entonces Tom Forrest, el Tour Development Manager de Vinópolis. Según parece, la misión de Vinópolis, de educar a los ingleses sobre vinos, fue una «misión imposible».
Cada tour incluía una caminata por salas con vinos de diferentes partes del mundo. El nuestro comenzó con muestras de vinos de Georgia –una zona rodeada por Rusia, el Mar Negro, Turquía, Armenia y Azerbaiyán–, que, según los historiadores, es «la cuna del vino». La evidencia arqueológica indica que la vinicultura tuvo lugar en Georgia alrededor del año 6.000 a.C. con más de 500 variedades de uva. Una antiguo kvevri, que una vez se usó para fermentar vinos, está en exhibición. Estas jarras eran enterradas hasta cerca de la parte superior para controlar la temperatura.
El guía ofrecía a cada participante una copa de vino blanco, y demostraba cómo no degustarlo echándole un simple vistazo, oliéndolo rápidamente y bebiéndolo todo a la vez. Observé cómo olía el vino y finalmente lo degustaba. Allí en Londres, sin duda, aprendí muchísimo
Los consultores de vinos son muy conocedores y serviciales. Si no sabes qué probar, te harán varias preguntas para determinar qué vino te gustaría, ya sea de Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Chile, Argentina, Sudáfrica, etc., etc. En Vinópolis conocí a los mejores «consultores», con un olfato extraordinario para seleccionar el mejor vino. Consultores ingleses, no franceses ni italianos.
Recuerdo también que una sala estaba dedicada a Bombay Sapphire, un gin seco londinense destilado. Un pasillo con diferentes botellas de ginebra conducía a la barra de degustación. Tres diferentes cócteles de Bombay Sapphire estaban disponibles. Yo probé el zafiro de verano: 25 ml de zafiro de Bombay, 15 ml de jarabe de vainilla y un poco de jugo de piña. ¡Delicioso!
Distribuida por Bacardí, Bombay Sapphire fue lanzada al mercado en 1987. El nombre, que resultó elegido en un concurso en el participaron las principales agencias publicitarias, hace referencia a los comienzos de la popularidad de la ginebra en India, en tiempos de la colonización británica. La Bombay Sapphire es comercializada en botellas de vidrio azul claro, con los lados aplanados, en los que lleva grabados los distintos ingredientes que se usan para aromatizar la bebida.
Tampoco olvido que la visita me llevó a la sala Italia, a otra mesa de degustación y luego a exposiciones sobre los beneficios del vino para la salud. Una serie de citas desde la antigüedad hasta la actualidad avalan los beneficios saludables del vino. Mi favorita es una cita del Dr. Thomas Stuttaford, 1999: «Una copa de vino al día no solo alargará la vida, sino que también puede aumentar el poder intelectual».
NOTA: Nadie sabe por qué cerró Vinópolis-Londres. Hoy pienso que el té y el whisky fueron a la guerra contra el vino y salieron ganando.
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