Reinas de Brasil

¡Más famosas que el fútbol!

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Joao Ferrer

Casi todo el mundo sabe que la Cachaça es el espíritu base de uno de los cócteles más populares: la Caipirinha. Sin embargo, no todos conocen que la Cachaça procede de la misma materia prima que el ron: la caña de azúcar. La Cachaça y la Caipirinha son las Reinas de Brasil. “O melhores drinques do mundo!”, según los brasileños.

Además de Cachaça, la receta original de una caipirinha lleva lima/limón, azúcar y hielo como ingredientes, pero puedes usar tu imaginación y frutas. Algunas de ellas se hacen con frutos rojos como las fresas, y la piña y el kiwi son también una buena opción para una caipirinha perfecta.

La más exótica está hecha de Sake (el vino japonés) y kiwis. La Caipisake o Sakerita es servida en cualquier buen restaurante japonés de Brasil. Otra versión muy respetada es con vodka y se llama caipiroska.

No puedo quejarme de la bebida o la vista desde la terraza de un hotel de cinco estrellas en Río de Janeiro. Pero en estos hoteles de lujo, el precio de la caipirinha es tan alto como el propio edificio.

De todos modos, es refrescante, tentadora y una bebida muy fuerte, así que no te engañes pensando en soportar fácilmente más de 3 o 4 caipirinhas. Si lo haces, enhorabuena. Definitivamente, ¡eres un profesional!

Hay muchos tipos de cachaças en varias partes de la cuna de la Samba, pero las artesanales son las de mejor calidad. Según estadísticas, Brasil produce alrededor de 1.300 millones de litros de cachaça al año, de los cuales un 75 % procede de la industria manufacturera y un 25 % de fábricas caseras.

CAMINOS DE ALCOHOL

Los colonos portugueses plantaron caña de azúcar en 1520 y en 1585 ya había 192 destilerías en funcionamiento. En pocos años el número subió a 349. Hoy, la estimación común es de 5.000. Estimación, porque nadie lo sabe con seguridad: Brasil es un país gigante, tanto como un continente.

El territorio se extiende sobre ríos de color marrón y a través de ciudades con rascacielos y pueblos con techos de hojalata. Fuera de las carreteras, hay caminos de tierra. Por los caminos de tierra hay campos de caña. Entre los campos, aquí, allá y en todas partes, están los alambiques que producen alcohol.

Los licores de caña de azúcar se elaboran de residuos industriales. Se cristaliza el azúcar y luego la suciedad negra sobrante, conocida como melaza, se transforma en ron. Pero, para obtener esa melaza se necesita una refinería de azúcar, y en estos días eso significa maquinaria costosa.

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ESPÍRITU PURO

“Cachaça”, se llama. En 1960 el folclorista brasileño Osvaldo Ogiar fue capaz de enumerar más de 650 otros nombres populares para la materia, desde “abençoada” hasta “zunzum”.

Las vieja destilación, la que sobrevive en esos caminos de tierra, produce un espíritu puro, sutil e incluso delicado. Las 5.000 destilerías, o por muchas que sean, son más o menos artesanales.

El de la cachaça es un proceso más limpio, que no termina como el ron en barriles de roble, sino en cubas de maderas brasileñas, como las del jequitibá (“gigante de la floresta”), un árbol ancestral y símbolo de Brasil. Puede beberse sola, directa al vaso con hielo ­–en la famosa Caipirinha– o como sustituto al ron en muchos cócteles: Cubalibre, Mai-Tai, Mojito o Daiquiri.

Hace pocos años, “pinga” (otro nombre para la cachaça) era confundida con el ron en EEUU. Sin embargo, el gobierno estadounidense reconoce ahora a la cachaça como “producto genuinamente brasileño”. La primera “marvada” (otro sinónimo) fue producida en 1533 en los ingenios de Erasmos, San Juan y la Madre de Dios, en San Vicente (puerto de Santos).

A PRECIO DE ORO

La cachaça empezó a servirse por los propietarios de plantaciones a los esclavos africanos, porque los hacía más enérgicos a la hora de trabajar. Después se convirtió en popular para las clases sociales más altas. En 1822, Don Pedro I de Portugal celebró la Declaración de la Independencia de Brasil con una botella de cachaça, para luego ir corriendo a la cama de su amante, Marquesa de Santos.

Hay incluso un Día Nacional de la Cachaça (13 de Septiembre como símbolo del levantamiento contra los portugueses en 1661, que rompió un decreto que prohibía producir esta bebida en la colonia), y un Día Internacional de la Cachaça (12 de Junio). 

El expresidente Lula decía que no veía la hora de terminar su mandato para disfrutar todos los días de una “branquinha” (otro nombre popular de la cachaça) con su vicepresidente, José Alencar, dueño de su propia marca: “María da Cruz.” José falleció en 2011 y se llevó a la tumba algunos secretos de producción de una cachaça de tono amarillo que hoy es buscada por los coleccionistas a precio de oro. Pero, etiquetas de esas botellas oscuras, no cerradas por tapones sino simplemente por una tapa de cerveza, todavía hay un montón.

KIOSQUE DO PORTUGUÉS

La bebida se extendió a Río y Bahía y al resto de Brasil. En la década de 1970, los turistas europeos adoptaron la bebida y la convirtieron en un clásico mundial, pero para entonces era la Era Disco y los brasileños con estilo preferían vodka o ron blanco. De hecho, durante mucho tiempo fue más fácil conseguir una buena Caipirinha en Nueva York que en Río de Janeiro.

En Río, la “Cidade Maravilhosa”, hay caipirinhas exclusivas a orillas de la playa de Leblon y con el Corcovado como telón de fondo. Un lugar: “Kiosque do Portugués”. También hay caipiroskas (con vodka) y “Caipi”, con sake y tequila.

El origen del propietario no es de extrañar ya que dicen que la caipirinha “más sabrosa del mundo” es servida en el bar portugués Bolan Bar (Alvor), en Algarve, a dos horas de Lisboa. ¿A más de 8.000 kilómetros de su patria brasileña? ¡Increíble!

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El origen de la caipirinha se remonta a 1918 en la ciudad de Sao Paulo, donde se ofrecía como bebida medicinal contra una epidemia de gripe española. Se le atribuye al doctor Paulo Vieira, que quitó ajo y miel y añadió azúcar a la mezcla inicial para sanar a sus obreros.

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